Un bicho me está matado; muerde y
saborea mis vísceras, rompiéndolas lentamente. Afuera llueve tiernamente. Una
escenario contradictorio. La lluvia puede ser una renovación o un heraldo de
una noticia fúnebre. Hoy no es ni lo uno ni lo otro. Oigo mi respiración tosca
y torpe, sin embargo, no es prueba suficiente para confirmar si vivo o muero.
Qué es la vida sino un rollo de imágenes infinitas que algún día tendrá que
parar. Espero ese día ansioso o miedoso.
Trato de levantarme pero no puedo. Aún no sé si estoy vivo o muerto, si dormido
o despierto. Ayer me dejaste solo. Lloré y supliqué pero ni lo uno ni lo otro
funcionó. Ayer te olvidé, pero olvidar es solamente otra forma de recordar. Y
si ya no recuerdo tu nombre no es porque quiera sino porque nunca lo conocí. Un
bicho me está matando y me hace alucinar un pasado y futuro que no sé si es
mío. La luces son como estrellas que parpadean en mi cabeza y martillean mis
nervios. Los autos que son conducidos por la carretera parecen ir más veloz de
lo que creo. Un ruido y movimiento sesgan mi percepción. Un dolor incapaz de
ser escrito más por la falta de ánimo que falta de léxico. Volví al lugar a ver
tu cuerpo y lloré y supliqué de nuevo pero volvió a ser en vano. No respondías
ni me mirabas. No podías hacerlo. La autoridad me apartó de ti y yo grité.
Grité y grité, más no me cansé de gritar porque mi voz era lo único que quedaba
de tu historia. Luego entendí que habías muerto y que tu destino no era
distinto al mío. Porque mi destino es el mismo que el de todos ustedes.
Mientras camino por la gran avenida que tiene más nombres de los que conocemos
veo figuras que me recuerda a ti. No tanto por su figura sino que por la
lástima que me dan pues son objetos perecederos. Las cosas están hechas para
que el polvo las devore. Es quizás lo bello de nuestro recorrido. Saber que
algún día nuestro paso se apagará al igual que el sol. Que nadie más sepa de
nosotros te da miedo, pero no temas, a mi no me importa y mientras sigas
conmigo no temerás. Porque yo soy la vida eterna que baja del cielo y ustedes
nunca perecerán mientras yo viva. Sin embargo, yo moriré y en ese instante
ustedes desaparecerán. La materia se corrompe y decae, pero peor aún, se
olvida.
A veces ni siquiera logramos existir y somos una falsa imagen. Somos una
proyección de los otros que en realidad no es tan correcta. Estoy rodeado por
uno o dos hombres. Me tocan violentamente. Por alguna razón me acuerdo de ti y
te aborrezco. Me acuerdo del olor a vino añejo de tus besos y de tus insultos
fortuitos. Me acuerdo como le pegabas a nuestros hijos y luego me violabas de
forma amorosa. Un amor tan extraño que nunca logré comprender, a pesar de que
intenté como fuera de lugar de ponerme en tu lugar. Y quizás finalmente lo
logré; cuando la hoja del cuchillo traspasó tu garganta y mis manos se tiñeron
del glorioso rojo sentí una extraña sensación de posesión; de estar sobre ti y
eso me hizo amarte y reivindicarte. Nunca te dije cuánto te amé, creo que tú
tampoco. Fue terrible esa noticia acerca del incendió de una hogar que nunca conocí y que nunca entré fue una noticia terrible. Las
llamas se asemejan a la lluvia. Ambas purifican; la primera aniquila la
impureza y la segunda solo la limpia. No me quedaban lágrimas para llorarte. En
realidad no habría llorado por lástima. Tu destino pulcro te salvó de tus
pecados, te limpió de todo mal.
Creo que ya no puedo pensar más. Trato de levantarme pero no puedo. La
historia no comienza y no va a comenzar porque en mi estado actual no puedo ni
moverme. El bicho está terminando su asesinato y solamente queda esperar a que
yo ya no pueda hablar. Conmigo mueren todos ustedes. Terminan igual que todos;
sin nombres, sin recuerdo y sin compasión. Como corresponde. Un bicho me va ha
matar y no hay nada más que agregar en la historia del arte de lo que no vemos
pero es, pues el polvo siempre nos termina por devorar.