martes, 24 de diciembre de 2013

La Ciudad de los Cielos



Con este cuento gané el segundo lugar de un pequeño concurso literario.

La Ciudad De Los Cielos
                                                   
La noche se aproximaba y en la Isla se iban prendiendo las luces. Se podía ver el vapor de algunos barcos a lo lejos. Estos siempre estaban ahí, nunca se acercaban, no obstante, estaban constantemente ahí y su vapor era lo que los delataba.
Tim caminaba por las calles de La Isla, de repente, se detuvo a mirar el cielo, estaba totalmente despejado, se veían miles de estrellas.
Una luz roja se prendió en uno de los faroles cercanos, éstas eran los ojos del lugar. Estaban en casi todas las calles, no había nada que se les escapara, eran las encargadas de vigilar a la gente.
Las ropas de Tim estaban rasgadas y viejas, a excepción de unos pocos, nadie en la isla tenía ropas decentes.
Finalmente, luego de una larga caminata, Tim llegó a su casa, contempló el observador que su padre había instalado en el techo, era realmente grande y su telescopio siempre estaba mirando en dirección a la luna. Subió unas escaleras y abrió la puerta. Lo único que escucho cuando llegó fueron los tubos de vapor. Si su padre estaba prendiendo los tubos, debía ser una noche bastante fría. Los tubos funcionaban como calderas, se quemaba el agua y el vapor paulatinamente empezaba a transmitir calor a la casa.
El padre de Tim llevaba un brazo mecánico y su elegante, aunque ligeramente sucio, traje de siempre, tenía unos lentes redondos y estaba totalmente calvo. Cuando vio a su hijo le sonrió sin pronunciar palabra, Tim le intercambio una pequeña sonrisa pero tampoco dijo nada.
Tim fue a su cuarto, todo era muy aburrido, no podía hacer nada, “Tu ADN no calza con el ADN de los prisioneros” pensó. Todos le decían eso, pero, ¿Qué significaba?, él también era un prisionero como todos los demás. De repente su padre entró a su pieza, estaba toda oscura y prendió una lámpara que estaba en el muro.
-¿Hijo, sabes qué día es mañana? –Preguntó su padre, sin esperar ninguna respuesta en concreto.
-No Padre, no lo sé.
El padre no se inmutó, y después de unos segundos sonrió y se fue. Los prisioneros no habían sido hechos para la comunicación, la mayoría de los diálogos entre ellos eran fríos y cortos.
No muchos sabían qué pasaba mañana, pero él sí que lo sabía. Desde la Ciudad de los Cielos venía un burgués llamado Michael Borto, conocido por haber dejado sus negocios y se haberse convertido en un trovador. Se dedicaba a  viajar por todo el mundo escribiendo poemas e historias. La venida de Micheal era la oportunidad para que Tim escapara de la prisión, él no pertenecía allí, su ADN era distinto al de los demás prisioneros y merecía vivir como una persona civilizada.
La mañana llegó, y las fábricas abrían. Toda la gente se iba a trabajar y por esto fue que nadie –a excepción de algunos- se percató de que un barco, parecido a esos que nunca se acercaban, había embarcado en el puerto de la isla. El padre de Tim y otra persona estaban esperando que bajaran los pasajeros del barco. Después de que las autoridades del barco pisaran tierra, bajó lentamente Micheal Borto. Éste llevaba un elegante traje, era rubio, de ojos azules y tenía una barba bien cuidada, realmente no se parecía en nada a la gente de la Isla.
-Bienvenido a la Isla, señor Michael Borto –Dijo el padre de Tim alegremente.
-Usted debe ser el Alcalde de este lugar, es un placer conocerlo.
-Mi hijo, Tim será el encargado de enseñarle el lugar, ruego que nos perdone por darle solo un día, pero a nuestros ciudadanos no les gusta tener este tipo de visitas.
-Lo sé, la escoria esta hecha para la escoria, esta en su ADN, no se preocupe, lo entiendo perfectamente.
El alcalde no respondió, Borto sonaba ofensivo pero era la cruda verdad. De alguna forma, su ADN estaba hecho para que solo pudieran vivir en la isla, eran la escoria del planeta.
Tim fue llevado donde Borto, Tim no podía creer que estaba en frente de un ciudadano de verdad, era realmente una oportunidad única. Micheal se quedó mirando un rato al joven, su cara se le hacía conocida. El joven era más alto que él y tenía el pelo más largo que un hombre común de las ciudades civilizadas.
Ambos caminaban por el camino que llevaba a las fábricas, el sol y la briza daban una sensación realmente agradable, era un día único en la isla.
-Realmente, aparte de las fábricas no hay nada muy interesante en la isla, aunque la verdad es que nunca he entrado a ellas, siempre me han dicho que mi ADN no es compatible con los de acá –Dijo Tim.
-Tu nombre es Tim, ¿Verdad?
-Si señor, ese es mi nombre.
-¿Te acuerdas de tu infancia?
Borto tenía una sonrisa en la cara y hablaba de una manera muy educada, era la primera vez que Tim escuchaba a alguien como él.
-No, fui adoptado por el Alcalde hace cuatro años pero no me acuerdo de nada antes de eso.
Micheal parecía pensativo, como si tuviera una duda que no podía ser del todo respondida; Cómo era que un prisionero no tuviera memoria de su pasado, no habían introducido a nadie en la isla desde que la crearon, la historia del niño no podía ser verdad, a menos que el joven fuera el hijo...
La fábrica era la que mantenía las reserva de energía de la isla, estaba construida arriba de una gigantesca posa subterránea, con grandes hornos evaporaban el agua y ocupaban el vapor como energía. En la Ciudad de los Cielos hacían lo mismo, pero las fabricas y los métodos eran totalmente distintos. No estuvieron mucho rato ahí. Luego de pasear por la ciudad, Tim y Borto se devolvieron a la bahía a esperar el barco.
-Tim, mi barco llegará pronto, ¿Te gustaría venir conmigo?
-¡Por supuesto!, pero, ¿es eso posible?
-Solo confía en mí, pero para eso deberás cortarte el pelo y cambiarte de ropa, a prendas mías.
Michael Borto se había despedido del Alcalde y le había contado sus intenciones para el futuro de su hijo, el Alcalde estaba feliz, su hijo iría a la civilización.
Michael estaba con Tim esperando el barco, si Tim no podía trabajar en las fábricas por su ADN, significaba que no tenía el ADN de un prisionero y no habría problema en que subiera al barco, nadie detectaría que en verdad era un prisionero. Cuando llegó el barco ambos subieron, pasaron por una compuerta que revisó su ADN y ambos salieron positivo, eso significaba que los dos eran de la Ciudad de los Cielos, Tim se impresionó pero no dijo nada, quizás su acento despertaría dudas, se limitó a seguir a Michael Borto, cuando llegaron a un cuarto, Tim se sintió libre de hablar.
-¿Por qué haces estos por mi? –preguntó Tim, estaba realmente alegre y su voz lo reflejaba
-¿Conoces a Tyr Malkovich?, me imagino que no, el tiene un hijo, que desapareció del rostro público hace cuatro años atrás, nadie sabe porque pero hay una teoría, en la cual yo creo; Steven Malkovich fue enviado a la Isla y creo que lo he encontrado, su cara era bastante parecida a la tuya, y tu no te acuerdas de nada hasta hace cuatro años, que vendría siendo tu vida en la civilización.
-En otras palabras, crees que yo soy el hijo de ese tal Tyr, ¿y quién es él?
-No lo creo, estoy seguro que tú eres Steven Malkovich. Ese tal Tyr es el gobernador de la Ciudad de los Cielos, en otras palabras, es el rey del planeta.
Tim se quedó callado, no podía creer que en verdad fuera el hijo de la persona más importante del planeta, aunque, no había prueba para afirmar tal premisa, era imposible que eso fuera cierto.
Un hombre de la tripulación entró a la pieza, muchas partes de su cuerpo habían sido remplazadas por miembros mecánicos.
-Señores, nos vamos a retrasar un poco y van a tener que pasar la noche en el mar, pronto les traerán a su cena.
Borto afirmó con la cabeza y ordenó al hombre que se marchara.
-Micheal, ¿Cómo piensas probar que yo soy el hijo de Tyr?
-Primero tendremos que investigar por qué te envió a la isla, y se perfectamente adonde empezar. Tim no es un nombre de la civilización, te ruego que uses Steven.
-Aunque me gustaría que me dijeras porque te has tomado la molestia de ayudarme.
La expresión Micheal Borto cambió, su cara parecía sonreír y hasta reírse un poco.
-No lo sé Steven, a veces las personas somos impulsadas netamente por impulsos, actos que carecen de rasgos racionales y que son simplemente… emocionales.
Steven sonrió devuelta, su vida iba a tomar un cambio radical, tenía que prepararse para enfrentarse a la modernidad, no solo tenía que hacerle caso a Borto. La decisión de él no parecía impulso, tenía que descubrir porque le interesaba tanto derrocar a Tyr.
De repente, entró de nuevo el hombre de la tripulación, esta vez traía una bandeja con una jarra de un líquido medio azulino y dos platos de comida.
-Sabemos que es poco, pero es todo lo que tenemos, rogamos que nos disculpen –Dijo el hombre de la tripulación del barco.
-Esta bien, no esperábamos un festín, muchas gracias –respondió carismáticamente Borto
El barco se movía rápidamente hacia el sur, estaba oscuro y apenas se podía distinguir el cielo, las olas no parecían a gusto con el barco y dificultaban su navegar.
Pronto se empezó a distinguir a la distancia una tormenta, si seguían avanzado todos morirían, iban a tener que detener el barco.
Borto no había tomado la noticia de la tormenta con mucho ánimo, pero sabía que no había nada que hacer para impedir al mar hacer lo que quisiera. Steven estaba durmiendo y lo despertó el fuerte balanceo del barco, la primera impresión del chico fue que la tierra se derrumbaba, nunca había sentido eso, y rápidamente el miedo lo invadió.
-¡Michael, qué esta pasando!
-Una tormenta chico, no te emociones tanto, no es nada grave lo más posible es que pronto pasará.
El barco se estaba moviendo demasiado, ninguna de las tormentas en las cuales se había encontrado Borto había sido así, tenía que ver lo que sucedía en la cabina. Cuando llegó vio que el capitán estaba borracho y en un rincón encontró el cadáver de un animal marino, el hombre era bajo, tenía un gran barba y su pie estaba hecha de metal, cuando vio a Borto se enojó.
-¡Hace qué usted mi cabina!
-¡Hombre, ya sé porque los mares están de mal humor! sabes que no puedes matar a un animal sin el permiso de los mares.
-Qué te importar a ti, si te atreves de insultar al capitán morir vas.
Se notaba que el capitán estaba tan ebrio que apenas podía formular frases coherentes.
El mar nunca se volvía turbio porque si, siempre era un origen humano lo que hacía que éste se agitara y ahora el capitán había provocado al mar matando a uno de sus hijos, habían muchas formas para calmar al mar, pero la más sensata en ese momento era esperar a que las aguas se calmaran por si solos. Borto se fue adonde estaba Steven, solo podían esperar, no había nada que ellos pudieran hacer para parar al mar. Iban a tener que perder mucho tiempo por culpa de la insensatez de un solo hombre.
Luego de unos días, lograron llegar a tierra firme, adonde tomarían los transportes para llegar a la Ciudad de los Cielos. Los transportes iban por una línea gigante que se alzaba hacia cielos para llegar a la ciudad, los vehículos eran largos y estaban hechos de hermosas maderas y alcanzaba grandes velocidades. No se demoraron en encontrar un transporte disponible, esto se debía a que era muy importante tener un fácil acceso a la ciudad, ya que mucha gente ingresaba y salía de ésta. Cuando entraron, Steven se fijó como el peculiar transporte se llenaba rápidamente, podía ver gente de todos los estilos, pero ninguno se parecía a la gente de la Isla.
-Micheal, ¿adónde queda la Ciudad de los Cielos?
Borto soltó una leve carcajada pero no respondió.
La ciudad efectivamente quedaba en los Cielos, ésta era el gran trabajo de la humanidad, para crearla los humanos se habían enfrentado a los cielos, pero luego de un tiempo, los Cielos dejaron a los humanos crear la ciudad. Los Cielos habían sido los responsables de la ciudad, sin su permiso y ayuda, la ciudad nunca habría existido, era por eso que todos los días, encargados especiales celebraban rituales en forma de agradecimiento a ellos. Cada elemento del planeta convivía con el otro; la Tierra, los Mares, el Cielo y la Humanidad.
No se demoraron en llegar pero Michael pensó que sería mejor salir últimos para evitar la gran masa que se movía en la salida. Cuando los dos salieron, Steven quedó realmente asombrado, la ciudad era increíble. Sus instalaciones parecían mucho más sofisticadas que las de la Isla y era notoriamente más moderna. La mayoría de las casas eran gigantes, muchas estaban unidas a las otras por puentes, se veía que había mucha gente en la ciudad, aun más arriba, en los Cielos, había una nave que parecía como un bus volador.
-Así que esta es la gran Ciudad de los Cielos –Dijo Steven, solamente escuchando su voz se sabía que estaba realmente estupefacto.
-Exacto, ninguna ciudad se le compara, su belleza y modernidad hacen que sean la capital del reino.
Steven estaba encantado, mientras más caminaban, veían más construcciones increíbles, Steven se quedó parado al frente de una enorme torre con un reloj, los adornos de la torre eran realmente hermosos.
-Michael, ¿Cómo se llama esta torre?
-Es la Torre del Reloj, fue construida hace muchas tiempo atrás, es quizás la obra más notable de toda la ciudad, hay una historia que dice que cuando estaba siendo construida pensaron en hacerla más alta que el mismo Cielo, pero éste no permitió.
Llegaron a una gran mansión, Steven se preguntaba por qué estaban ahí, pero no quiso preguntarle a Michael, el que abrió la puerta parecía ser un hombre de ciencias, Michael dijo.
-¿Mr. Ayac?
La cara del hombre se iluminó y los dejó pasar, la casa era realmente enorme, tenía montones de juguetes con partes metálicas y cosas ruidosas que parecían delicadas y que Steven nunca había visto. El científico tenía el pelo largo, su brazo derecho era robótico y ocupaba un traje negro. Era joven y vivía solo, cuando llegaron a un living, fue él quien habló.
-Me gustaría saber quiénes son ustedes, lamentablemente no conozco a todos los del Clan.
-Lo lamento muchísimo, pero no soy del Clan, sin embargo los conozco y creo que me podrías ayudar.
La cara del científico se entristeció.
-Creí que era algún científico del Clan que me iba a traer buenas nuevas, hace mucho tiempo que no he sabido nada de mis compañeros.
-Lamentablemente de nuevo, le tengo malas noticias, las cabezas del clan han sido eliminadas, Tyr se enteró de que estaban tratando de destruir a K.A.V.
-Bueno, entonces, parece que estoy solo...
-Qué son esos juguetes –Steven interrumpió la conversación de ambos hombres, parecía bastante intrigado por esas cosas, ya que éstas se movían torpemente, parecían vivas pero seguramente no lo estaban.
-Son intentos fallidos de crear Robots.
Micheal Borto se rió.
-Es imposible crear una mente artificial.
Steven miró al científico, y éste a su vez los miró a los dos, luego se rió un poco.
-Por su puesto que si, V.A.K. es una mente artificial y antes de que se creara ésta, habían robots, de eso estoy seguro, hay artículos que lo demuestran, por cierto, ¿Quiénes son ustedes?, nunca se presentaron.
No fue Steven quién habló –por supuesto-, él apenas sabía quién era, así que el encargado de su presentación fue Michael Borto.
-Soy Michael Borto, ex burgués, mi acompañante es Steven Malkovich.
-¡Por el Cielo, Tierra y Mar!, por qué estas con el hijo del gobernador del planeta.
-Es un asunto que tenemos y vamos a discutir, pero me gustaría saber tu nombre.
El científico suspiró, vio su alrededor, estaba empezando a llover afuera, sería mejor que prendiera los tubos rápido antes de que se congelara toda la casa.
-Me llamo Hermógenes, hijo de Viktor, fundador del Clan. Ahora, si lo del chico es motivo importante de hablar y nos llevará tiempo, prefiero hacer algunas cosas antes, la casa no se mueve sola.
Steven y Michael lo esperaron en el living, el lugar parecía agradable, lo más posible es que allí durmieran durante esa noche.
-Borto, ¿Por qué no fuimos a tu casa?
-Steven, tienes que recordar que yo ya no tengo cosas, actualmente soy un trovador, así que técnicamente no tengo casa alguna para ir.
Steven se quedó mirando el techo del cuarto.
-¿Cómo conoces a Hermógenes?
-Es miembro de un clan de científicos bastante conocidos, fueron ellos los primeros en diseñar la hipótesis de que tu habías sido enviado a la isla. Han trabajado arduamente para derrocar el gobierno de Tyr.
-Siento la demora, ahora que he prendido los tubos y no nos moriremos de frio, podemos hablar –dijo Hermógenes llegando al cuarto.
Steven contempló la imagen del científico, trató de hablar, pero Borto lo hizo más rápido, y Steven no pudo hablar.
-La historia es simple, y conocida por las personas del Clan. Tu sabes que el hijo de Tyr fue enviado a la Isla, bueno, hace unos cuantos días logré ir para allá, y me encontré con este chico, su ADN no era el de un prisionero y me lo llevé, usando solamente el sentido común inferí que este chico es el hijo de Tyr.
-Interesante, y quieres derrocar a Tyr para poner al chico en el trono.
-Es más o menos eso, con Tyr hemos tenido problemas con la Tierra, los Cielos y el Mar, no podemos seguir con ese imbécil al mando, si no la raza humana va quedar en el olvido.
-Totalmente de acuerdo, pero primero deberíamos buscar información para saber si la historia del clan es realmente cierta, luego, si el chico efectivamente es Steven, tendremos que presentarlo al público.
Michael asistió con la cabeza, pero Steven realmente no entendía lo que pasaba.
-Perdón, si puedo decir algo, realmente no se quién soy, para mi, yo soy Tim, hijo del Alcalde nada más, no comprendo nada de lo que dicen, si me pudieran explicar sería de mucha ayuda.
Michael trató de hablar pero Hermógenes lo calló y habló.
-Niño, el planeta se compone de cuatro elementos fundamentales. Estos son: Tierra, Mar, Cielo y Humanidad, no todos son igualmente importantes, la humanidad es el elemento menos importante y el cielo el más importante. Tyr es la persona que toma las riendas de la humanidad, sin embargo, es aconsejado por lo que muchos miembros del clan llamamos el tumor de la humanidad, K.A.V., la única inteligencia artificial que existe, ésta puede controlar a la humanidad ya que posee el ADN de todo ser humano en este planeta, con esta información puede moldear nuestra actitud. El problema es que Tyr  quiere hacer a la humanidad el elemento más fuerte para controlar a los otros, y si sus planes no se detienen, tanto la Tierra, los Mares y los Cielos se unirán para destruirnos.
-¿No pueden matar a Tyr? –Dijo Steven, sin embargo hizo que la frase sonara inocente.
No fue Hermógenes quien respondió esa pregunta sino que Michael.
-La relación política del planeta es realmente inestable, si matan a Tyr se armará un caos bastante grande trayendo anarquía al planeta, sin embargo, aunque el gobierno de Tyr sea muy malo nadie se atreverá a tocarlo ahora solamente por el hecho de que nunca se ha tocado a un emperador.
Steven quedó pensativo, ahora conocía la razón de porque Borto lo había traído a la ciudad de lo Cielos, la situación era critica y tenían que actuar de inmediato. Pero,
¿Habría sido coincidencia?, Borto sabía que el hijo de Tyr estaba en la isla, pero como había tenido la suerte de encontrarlo así de rápido, ¿habría sabido el trovador el paradero de Steven?, parecía una gran coincidencia, o quizás es que no fuera una coincidencia del todo, todavía había cosas de Borto que eran desconocidas para el chico.
-Otra pregunta, si K.A.V. es destruida, qué pasará con los de la Isla, ¿Serán libres?
-Lamentablemente no, es imposible liberar a los de la Isla, y aun cuando eso fuera posible, ellos no se moverían de ahí, no les interesa irse a otra parte, ese es su hogar.
Steven se dio cuenta de que era verdad, aun cuando la relación entre los propios ciudadanos era fría, ellos se sentían a gusto.
A la mañana siguiente seguía lloviendo, parecía que no iba a cesar, no mucha gente salía en los días de lluvia, pero tenían que hacerlo. Los tres hombres estaban preparados para salir, su destino sería la biblioteca de la ciudad, ahí podrían encontrar cosas útiles. Salieron de la mansión y caminaron a paso acelerado. Para su sorpresa las calles de la ciudad estaban muy llenas. Estaba lloviendo a cantaros, los cielos debían no estaban tranquilos ese día...
-Borto, tienes que saber que después de esto no habrá un receso. –dijo Hermógenes, su tono sonaba más serio que de costumbre.
-Querido Hermógenes, lo sé perfectamente y no necesitas decírmelo de nuevo, sé que será muy peligroso, no obstante, todas las cosas que he aprendido en mis viajes son invaluables, si dejamos que Tyr y K.A.V. se salgan con la suya todo eso que he aprendido dejará de existir, el planeta no verá la paz por mucho tiempo.
El científico asintió con la cabeza y siguieron caminando, Steven se preguntaba qué sería eso que había aprendido Borto.
Era extraño, Steven nunca se había sentido a gusto con la Isla ya que nunca había pertenecido ahí, su ADN no era el  de un paria y era realmente lógico que nunca se sintiera a gusto con ellos, pero ahora que estaba en la civilización tampoco se encontraba a gusto, parecía que su ADN no pertenecía a la civilización. Steven giraba sus pensamientos alrededor de este tema, era muy penoso que no encajara en algún lugar, pero luego dejó de pensar en eso, solo le amargaba hacerlo. Pensó en Michael Borto y en su suerte, parecía que supiera todo lo que pasaba y lo que pasaría, primero lo de la Isla y su encuentro con él, luego adivinar la casa de un científico del clan y al mismo tiempo saber quién era, todo parecía realmente sospechoso, quizás no eran coincidencias.
Cuando llegaron a la biblioteca, Borto habló con la persona encargada del lugar.
-¿Hay alguna posibilidad de revisar archivos pasados?
El encargado miró  su cuaderno, sin prestarle mucha atención a Michael, pero luego de un rato respondió sin mucho ánimo.
-Creo que puedes encontrarlo en el subterráneo, puedes hablar con K.A.V. si lo deseas, ella te podría decir lo que quieras y te ahorrara el trabajo de buscar información manualmente.
Los tres bajaron hacía el subterráneo. Quizás la única forma para saber por qué Steven había sido enviado a la Isla era preguntándole a la mente artificial. La imagen de K.A.V. era un poco perturbadora, era una especie de cerebro metálico lleno de cables.
-Lo mejor sería que el chico hablara con la maquina, es él el que tiene lagunas en la memoria –Dijo el científico.
-De ninguna manera, si K.A.V. se entera de que el hijo de Tyr esta en la ciudad, se lo informará a éste, tampoco podemos permitir que tu hables porque eres buscado por las autoridades, el que va hablar con la maquina voy a ser yo.
Steven era el que más estaba intrigado por la maquina que estaba frente a él.
-¿Cómo funciona K.A.V.? –Preguntó Steven
Borto parecía concentrado en otra cosa y fue Hermógenes quien respondió.
-La verdad es que no lo sé, lo que si sé y te podría interesar es que es esta maquina la que define el futuro para todos nosotros, es la que traza el camino en nuestras vidas, la que nos restringe de nuestra libertad.
-Se comunica telepáticamente –interrumpió Michael, luego fue y se puso en frente de la maquina, cerró los ojos y trató de comunicarse con la mente artificial.
De alguna forma Steven también logró comunicarse con la maquina pero de una forma externa como un espectador que veía como K.A.V. y Borto conversaban.
Borto vio a la cara de K.A.V., la voz de ésta era metálica.
-¿Quién eres?, no estas en mis archivos.
-Quizás un error de datos, puede pasar. Soy Michael Borto, y quiero saber que ocurrió, porque el hijo de Tyr Malkovich, Steven, fue enviado a la Isla.
Steven no pudo ver lo que pasaba después y volvió a estar en el subterráneo de la biblioteca, vio que Borto seguía con los ojos cerrados.
-Te lo revelaré –dijo K.A.V. y como un sueño Borto vio las escenas que ocurrieron.  
Tyr se levantó alegre, su esposa, Yocasta, le había revelado que iba a concebir un hijo, pronto tendría un sucesor para su reino, tenía que hablar con K.A.V. No había cosa que no le consultara a la maquina, ella le había ayudado en múltiples ocasiones.
-No te alegres, Tyr, este niño será tu perdición.
-¿A qué te refieres?
-El niño te va a derrocar, tienes que estar atento y preparado para cuando esto suceda.
-¡Qué puedo hacer!, por favor, me tienes que ayudar.
-Muchas son las cosas que puedes hacer, pero no por eso vas a poder detener tu Destino, ni si quiera yo te puedo ayudar.
-¡Pero cómo no vas a poder hacer nada, si tu controlas el Destino!
-Yo puedo hacer que la gente haga distintas acciones, sin que ésas perturben al Destino.
Tyr Malkovich no podía hacer nada contra el niño, qué diría su esposa, el hombre se maldijo, de alguna forma u otra iba a deshacerse del niño.
Pronto Borto vio otra escena, parecía que transcurrían años desde de la primera.
Tyr Malkovich estaba parado en frente de la máquina, su rostro denotaba seriedad, pero tenía que tener mucho miedo, estaba apunto de hacer algo que nunca se había hecho.
-K.A.V. quiero que elimines todo rastro del niño en la ciudad y lo prepares para enviarlo a la Isla.
-Es muy tarde para enviar al niño a la Isla, debiste haberlo hecho apenas nació, si altero su ADN ahora, éste se dañara y no podré controlarlo.
-No me importa, has lo que te digo, no puedo arriesgarme más, mi esposa ha muerto y no tengo a nadie que me detenga.
La computadora hizo lo que se le fue ordenado hacer, y el niño partió en rumbo a la Isla.
Michael entendió todo, ahora tenía suficiente pruebas para encarar a Tyr, era imposible que Tyr pudiera borrar esa información de K.A.V., no obstante, había algo que no comprendía del todo, y era por qué la maquina lo había ayudado, por qué le había mostrado esas dos escenas, pero no era importante, quizás pudo haber sido un error.
Steven vio que Borto despertaba de su estado, Hermógenes se estaba quedando dormido, habían pasado muchas horas desde que Borto se había conectado a K.A.V., sin embargo, él había sentido que solo habían transcurrido pocos minutos. Los tres hombres se devolvieron a la mansión, había poco que hacer allá afuera, sin embargo, Borto tenía que fijar una audición con Tyr Malkovich, le sería fácil hacerlo, seguía siendo conocido como un importante ex burgués. Cuando llegaron a la mansión, el científico y el chico se fueron a acostar, no había nada más que pudieran hacer y ambos estaban cansados, seguía lloviendo, y más fuerte que en la mañana, Borto volvió a salir, tenía que ir al palacio real.
Cuando estaba afuera del palacio, logró contemplarlo, era realmente grande y hermoso, tenía cuatro torres en total, cada uno a cada extremo de la gigantesca casa. Cuando entró –cómo era obvio- un guardia lo detuvo, Michael le explicó a qué venía, y lo dejó pasar, entró a un cuarto donde había un señorita la cual estaba estaba anotando diversas cosas en un libro, ella debía ser la persona con quién tenía que hablar.
-Señorita, me gustaría fijar una reunión con Tyr Malkovich.
-¿Me puede decir quién es usted?
-Michael Borto, quizás habrá escuchado algo de mí.
-Podríamos darle un espacio para un año más. Si, eso es lo más pronto que le podríamos fijar una reunión con el rey Tyr.
Michael Borto se irritó un poco, sabía en verdad que el gobernador estaría disponible incluso ese mismo día para verlo, y el burgués no iba aceptar que lo pusieran al final de la fila.
-Es de real urgencia, me podría fijar una reunión con él para la próxima semana.
Lo que dijo había sonado más como una orden que una petición, Michael tenía que sonar y ser cortante, de otra forma no obtendría la posibilidad de ver a Tyr pronto.
-Tenemos disponibilidad para la próxima semana a esta misma hora, ¿Le parece bien?
La mujer no había perdido su tono amable aún cuando Borto no la había tratado bien, lo más posible es que estuvieran acostumbradas a que pasaran situaciones así.
-Muchas gracias, lo siento por lo de antes señorita -dijo Borto, y se fue.
El tiempo pasó rápidamente, era extraño, no se podía decir que cada día que pasaba el tiempo mejoraba, habían llegado noticias de ciudades con puertos que habían tenido que detener todas las embarcaciones por las pésimas situaciones climáticas, la gente que iba a bosques no volvía a las ciudades. Los otros tres elementos estaban realmente alterados.
Finalmente el día que los tres hombres ansiaban llegó, ambos se habían alistado para ese día, tenían que ser precavidos, no sabían que trampas les podría tender Tyr.
Cuando llegaron a la mansión no se demoraron en llegar al salón del rey. El salón era realmente largo, a los costados tenía armaduras y montones de cosas por el estilo, Tyr estaba sentado en su puesto, vio entrar a los hombres y esperó a que éstos los saludara cómo correspondía.
-Buenos días, rey Tyr Malkovich, soy Michael Borto.
-He escuchado hablar del nombre, pero no me he podido enterar a que te dedicas, al parecer no te encuentras en los archivos. Michael, dime, ¿Quiénes son los otros?
-Son Hermógenes Anton y Steven Malkovich.
Tyr se rió un poco y se paró.
-K.A.V. me advirtió que no podría hacer nada y así lo veo, aún cuando le ordené a la computadora que borrara sus memorias, mi hijo sigue aquí.
A Borto no le pareció importar lo que estaba diciendo Tyr.
-Tenemos pruebas de lo que hiciste, abdicas o nosotros te echamos.
La voz de Michael era cortante, Tyr estaba sonriendo, el gobernador parecía grande y fuerte, tenía el pelo negro y llevaba una barba, sus ojos reflejaban odio.
-¿Echarme?, con una situación turbia tanto en la escena política y social, sería realmente una pena que me echaran, si mostraran que he sido corrupto y he enviado a mi propio hijo a la Isla, nada detendrá a los criminales a tomarse las calles.
Tyr fue hacía atrás de su puesto y sacó una espada, era realmente enorme.
-Si tengo que luchar contra el Destino lo haré.
La espada era entera negra y su filo parecía al de una cierra, en el mango tenía garabatos que ninguno de los hombres presentes podía entender. Tyr levantó la espada y hizo un corte horizontal al aire, el golpe  trazó una línea en el aire, creando un vació que al rellenarse con otras partículas de aire, provocó un impulso realmente veloz, sin embargo, cuando estaba cerca de los tres hombres, la onda de aire se deshizo.
-Es inútil Tyr, aunque uses todos tus trucos no podrás ganar, el Destino esta con nosotros.
Tyr los miró, y trató de nuevo, pero el resultado fue el mismo, no había forma. Soltó la espada, ya no había nada que pudiera hacer, no estaba enfrentándose con tres hombres, se estaba enfrentando contra la mano invisible del destino. Pronto el sol salió de nuevo, el gobierno de Tyr fracasaba, nada podía penetrar al imponente destino. Hermógenes, Steven y Michael se quedaron parados, fue Borto el que habló,
-¿Adonde esta K.A.V.?
-Detrás de mi puesto encontraras una entrada secreta, te dará el acceso a una cámara adonde se encuentra el verdadero rostro de K.A.V. –Dijo el ex rey.
Hermógenes y Steven se quedaron parados, y el único que fue a la pieza oculta fue Borto, solo necesitaban a uno para destruir a la mente artificial y ese sería Michael. Cuando entró vio una especie de ángel hecho de metal, tenía un rostro sereno, y por detrás estaba lleno de cables, era K.A.V.
-Tu hora a llegado, y tu misma has hecho posible eso.
-Ambos sabemos que no, mis acciones fueron movidas por una fuerza mayor.
-Algo que quieras decir antes de ser destruida.
-Nada.
Pronto los ojos del ángel se apagaban, la gente volvía a quedar libre, por fin iban a escribir su propia historia, aunque no del todo propia, siempre iba haber una fuerza mayor.
Borto volvió al cuarto donde estaban los otros dos hombres, cuando éstos vieron a Borto se alegraron, pronto el científico habló.
-¡Enhorabuena!, ahora Steven podrá gobernar.
-Exacto, el pequeño logrará traer el balance entre los elementos. 
-No –interrumpió Steven –No quiero ser parte de algo que no pertenezco, mi ADN no corresponde ni acá ni a la Isla, he decidido que quiero buscar el lugar adonde pueda sentirme más a gusto, me gustaría que Hermógenes tomara la tarea de gobernar el país, al fin y al cabo, creo que él está más capacitado que yo.
Michael Borto y Hermógenes quedaron extrañados con las palabras de Steven, finalmente Borto se rió.
-Entendido. Ahora que la crisis ha sido solucionada, después de los asuntos legales, creo que me iré.
Los tres hombres fueron afuera, tenían muchas cosas que hacer, no podían tomarse el poder, y fue el mismo Tyr quien le dio el poder a Hermógenes para que éste fuera el nuevo rey del planeta.
Después de la coronación de Hermógenes, antes de que Steven se fuera, éste buscó a Borto, tenía que decirle una cosa antes de que se separaran.
-Michael, me gustaría hablar contigo.
Borto no le dio atención a su pregunta y habló en voz alta.
-Aún cuando K.A.V. podía prever el futuro, no pudo contra su destino.
-El Destino no es absoluto de eso estoy seguro, y tu eres la muestra de eso.
-Qué quieres decir Steven.
-K.A.V. fue creada en un momento, pero antes de eso, estoy seguro que existían Robots, eso fue lo que dijo Hermógenes, creo que está en lo cierto y es más, estoy seguro que tú eres uno y por eso pudiste sabotear los planes de la maquina, ya que no formabas parte de sus archivos.
Michael Borto soltó una leve carcajada.
-Por supuesto que estas en lo correcto en lo primero, aunque no soy un robot, pero suponiendo que fuera uno, ¿Qué es lo anti-natural que tengo? ¿Qué fue lo que me delató?
-Si no me equivoco, K.A.V. nos controlaba a todos por nuestros ADN, por ende ella realmente podía controlar el destino, no obstante, tu no circulabas dentro de sus datos. Por eso pudiste encontrarme, encontrar la casa de Hermógenes y hacer todo lo que hiciste.
-Bonita hipótesis, pero hay un error, K.A.V. nunca tuvo control sobre el Destino, ese también fue el error de tu padre. El Destino es una fuerza que manipula todos los elementos de la Tierra, no hay nada que se le escape. Te equivocas creyendo que yo podía hacer todo porque no circulaba en los archivos de K.A.V., pero creo que poco o nada influyó eso, fue el Destino quién nos protegió con su mano invisible, fue gracias al Destino, gracias a que yo pude encontrar los datos de porque te habían enviado, y así con todas las cosas realmente afortunadas que me pasaban. Esa es la verdad, chico.
-Aún así, yo no estoy tomando el rol de rey y el Destino no puede hacer nada.
Michael Borto se rió suavemente.
-No puedo hacer nada más que desearte suerte en tu odisea en busca de un lugar para ti, quizás nos encontraremos en algún lado.
Luego de poco tiempo, Hermógenes logró controlar la delicada situación del planeta y Steven se fue a recorrer el mundo, todo volvía a ser normal, los cuatros elementos volvían a estar en armonía. ¿Michael Borto?, nunca volvió a aparecer.

FIN

Uoke



La nave imperial había pasado la estratosfera, pronto aterrizaría en un planeta llamado Nao, la superficie del planeta era mayormente agua, eran grandes océanos cristalinos, solamente habían 3 grandes porciones de tierras, cada una tenía el nombre de un legendario héroe del planeta –Bilbao, Lélande y Recarra-, en esas islas era donde vivían todos los habitantes, aunque se decía que antiguamente habían hombres que vivían en las profundidades del océano, en un continente hundido.
La nave imperial iba en una misión de negociación, no sería demasiado complicado ni tardaría mucho. Era peligroso que semejante planeta –Muy rico en minerales – no tuviera una base militar de la Unidad Imperial, aunque la Unidad era una unión de muchos planetas, de los cuales muchos eran considerados potencias -y por ende, tenían mucho poder-, no se podían arriesgar a que un grupo rebelde lograra obtener el control de Nao, para la Unidad Imperial significaría una tremenda pérdida económica.
-Comandante Lockheart, estamos próximos al aterrizaje, ¿quiere que me comunique con Haumaka? –Dijo un piloto de la nave sin dejar de mirar la pantalla de su ordenador.
-Si, dile que se prepare en las costas de su Isla, le propondremos un trato que de  seguro no va a rechazar, estoy seguro que tiene la sangre de su padre –Rió el comandante, a lo que el piloto introdujo unos códigos a una maquina que tenía al lado.
El comandante era un hombre recio, debía medir más de un metro ochenta, era muy musculoso. Lo único de pelo que tenía era un bigote frondoso de color amarrillo, sus ojos azules reflejaban sus años de experiencia en el campo de batalla.
La nave empezó a descender en un claro adentrado de la Isla Lélande –Era la Isla más importante de las tres, dónde se encontraba la mayoría de la población-, el sonido de los propulsores era el único ruido que se podía escuchar en el lugar, opacando el sonido de los animales y el viento. La naturaleza de la Isla parecía perturbarse. Cuando la nave finalmente fue apagada, el Comandante y unos cuantos soldados empezaron a bajar, llevaban sus trajes de la armada imperial, la nave con la letra U y I -El logo de la Unidad Imperial - relucía en los pechos izquierdo de todos los soldados. Sus pasos ecuánime hacían que la tierra retumbara, su coordinación era perfecta. El bosque tenía montones de tonalidades de verde, era un lugar bastante pintoresco. No se demoraron mucho en llegar a la costa de la Isla. Los soldados se detuvieron frente a un hombre vestido con una falda de plumas blancas, con una corona adornada en la parte frontal con plumas doradas, tanto la falda como la corona tenían adornos de conchas y perlas en los bordes, el hombre también llevaba un collar de conchas de mar. El torso del hombre estaba al descubierto, se podían ver sus músculos, estaba muy ejercitado, su piel morena estaba gran parte rayada con simbología local, atrás del hombre habían dos personas vestidas igual que él, solamente que no tenían corona.
-Haumaka, amigo, siempre es un agrado verte, haz crecido mucho desde la última vez que te vi –Dijo el comandante sonriendo, caminó hacia él y le dio la mano, éste sonrió de vuelta y respondió el saludo.
-Es un gusto para nosotros recibirlos, especialmente a usted Comandante Lockheart, pero le tengo que contar una pequeña tragedia que ocurrió hace unos días atrás… –Dijo Haumaka, pero el Comandante no lo dejó terminar.
-Si lo sé, tu honorable padre ha muerto, mis más profunda condolencias por eso, tu padre fue un gran amigo y fiel compañero en los campos de batalla, fue para toda la Unidad Imperial una gran pérdida, pero me alegro mucho de que su legado pueda vivir en ti.
Haumaka sonrió, y lo guió a su aldea, no sé demoraron más de veinte minutos, ahí los soldados comieron y tomaron una siesta. Haumaka y el Comandante fueron a hablar en una cabaña, tenían un asunto importante que tratar. El salón en que ambos se encontraban era muy espacioso, estaba lleno de muebles, muchos tenían libros y otros tipos de documentos, y los otros muebles simplemente estaban vacíos. Tampoco tenía una gran cantidad de sillones y sillas, pero gran parte del lugar estaba vacío. El Comandante estaba parado frente al escritorio de Haumaka, éste estaba sentado mirando unos papeles despreocupadamente.
-Hau, yo creo que tú sabes toda la parafernalia que han provocado los rebeldes –Dijo serio el Comandante.
-Primero, puedes tomar asiento, y si Comandante…-dijo Haumaka, pero el Comandante lo interrumpió.
-Por favor Hau, fui amigo de tu padre, no es necesario cumplir protocolos, llámame Lockheart –Dijo el Comandante mientras tomaba asiento, Haumaka asistió, y siguió hablando.
-Conozco muy bien lo que han hechos y predicado los “Libetarios”, y como es mi deber, le debo decir que sus ideas no son ajenas a mucha gente de la tribu, aunque si son bastante débiles, por ahora.
-Bien, vengo a hablarte justamente de eso, nosotros sabemos que las ideas de ese grupo rebelde no son ajenas a algunos de su tribu, y por eso mismo queríamos instalar una base militar acá en la Isla, para detener algún posible levantamiento rebelde, aparte podríamos darles más beneficios, cómo enseñarles nuestra tecnología.
-Lockheart, me temo que tengo que decirle algo –Dijo lentamente Haumaka, el Comandante lo miró con curiosidad –El consejo sabía que la Unidad Imperial iba a poner sus ojos en este lugar por el tema, y nos adelantamos a decidir ciertas cosas. Por decisión unánime de todo el consejo, le digo que no queremos que establezcan una base militar, queremos seguir conservando nuestra preciada independencia, personalmente creo que nuestra unión, es decir,  el legado que ha dejado mi padre ha servido para que no existan levantamientos rebelde, quizás este sea el momento de mejorar ese legado y crear mejoras en nuestra alianza para que se aseguren y no exista ningún problema, ¿no le parece mejor?. Por cierto, lamentablemente no nos interesa su tecnología, nos gusta nuestra cultura y la queremos conservar.
El Comandante lo miró pensativo, empezó a respirar hondo, no parecía estar muy alegre con la respuesta del local, y éste tenía una expresión calmada, el Comandante tenía que pensar todas sus palabras, estaba en una situación complicada.
-No, no me parece para nada, yo sé que tu padre hubiera querido hacer una alianza militar, nunca lo hizo mientras estaba vivo porque habían muchas cosas de las cuales tenía que avanzar, pero hoy establecer esta relación militar es importante, tanto para ustedes como para nosotros –Dijo con gran vehemencia el Comandante, tomó un respiro de unos segundos y luego prosiguió –Imagínense que viene otro planeta para conquistar éste, los podríamos ayudar. Que exista una base militar en su planeta no significa que van a perder su independencia.
Haumaka se levantó de su puesto y miró calmadamente a su invitado.
-Escúchame, la decisión ya  ha sido tomada, no nos podrán convencer, lo que podemos hacer ahora es discutir como mejorar nuestra alianza para prevenir los levantamientos rebeldes.
-Mira Hau, danos un día más para hablar con órganos más importante del Imperio, y te daré una respuesta.
La reunión había terminado, las cosas no estaban fáciles para el Comandante, había menospreciado a la tribu de Haumaka, no iba ser una misión tan fácil, si las negociaciones no servían tendría que tomar las armas.
Se fueron de la aldea temprano, caminar de noche en las profundidades de la Isla no era muy recomendado ya que todos los senderos eran muy parecidos y perderse era muy fácil. Cuando llegaron a la nave, el Comandante se encerró en su pieza y se contactó con el imperio, no se tardaron en contestarle, la imagen de un hombre joven  apareció en la pantalla de un computador, una capucha ocultaba su rostro.
-Lo saludo gratamente, Comandante Lockheart, espero buenas noticias –Dijo el joven.
-Lamentablemente Emperador, no hay buenas noticias, todavía, el jefe de la tribu nos dijo en nombre de su concejo que no quiere establecer una alianza militar.
-Ya veo –dijo el Emperador, se quedó unos segundos pensativos y luego siguió hablando – ¿Cuantos soldados necesitas?
-Tres naves de carga y sería suficiente, no creo que el armamento de estos indígenas sea muy tecnológico –Dijo el Comandante
-Está bien, mandaré ahora mismo los refuerzos, recuerda que debes ponerte siempre en su lado, la traición es la mejor herramienta –Rió el Emperador.
El Comandante apagó la transmisión, los próximos días serían largos.
En la mañana un hombre de la tribu estaba afuera de la nave, estaba esperando al Comandante, cuando pudo hablar con él, le dijo que fuera urgente a la aldea. El Comandante quedó un poco confundido, pero iría igual, quizás podrían haber cambiado de opinión…no, esa era una idea muy ingenua.
Llegó a la misma cabaña que el día anterior, Haumaka estaba sentado en la silla del escritorio y tenía una cara seria, mucho más seria que la del día anterior, el Comandante mantuvo una compostura casi más seria que su anfitrión.
-Lockheart, te quiero preguntar algo, ¿qué pasará si no accedemos a su propuesta? –Dijo Haumaka mirando fijamente al Comandante.
-Bueno, tendría que hablar con el Emperador, porque la verdad es que no sé que sucedería.
Hubo un silencio que duró unos minutos, el Comandante estaba tenso, no sabía que le esperaba.
-Bueno Comandante Lockheart, yo creo que usted si lo sabe, es más, lo habló con su “Emperador” ayer en la noche –Dijo enfadado Haumaka –Si no aceptamos el trato, van a convertir este lugar sagrado en un infierno viviente, no me parece justo.
-Cómo sabes eso, ¡Cómo! –Exclamó el Comandante – ¿Quiénes son ustedes?, no deberían ser tan avanzados tecnológicamente para poder detectar las transmisiones
-Eso pasa cuando subestiman a nuestra tribu –Rió en voz baja Huamaka.
Una gota de sudor caía de la frente del Comandante, Huamaka se paró abruptamente.
-Tienes medio día para cambiar tu decisión. 
Ambos se contemplaron, no pasó más de un minuto y aparecieron dos hombres de la tribu que se llevaron detenido al Comandante.
No quedaba mucho tiempo, pronto llegarían los refuerzos de la Unidad Imperial, Huamaka tenía que elaborar un plan. El consejo había sido invocado a una reunión de carácter urgente, nadie se tardó en llegar, el lugar de reunión era en un antiguo templo que estaba en la cumbre de un cerro, éste estaba ubicado cerca de la aldea.
El templo era  una construcción hecha de grandes rocas, eran en total 12 piedras, cada una con una circunscripción en la lengua local. Habían seis piedras que su ubicación formaba un círculo grande, y las restante se ubicaban formando un círculo chico dentro del primero.
-Hermanos míos – Huamaka habló con gran volumen, luego calló y miró a cada uno de los miembros del consejo –Pronto se avecina una guerra de la cual no podemos escapar…
-Hermano, daremos nuestras tierras antes de pelear, somos y siempre seremos un pueblo de paz –Interrumpió el miembro más viejo del concejo, Haumaka lo contempló durante unos segundos, pensó en lo crítica que era la situación.
-No podemos entregar nuestras vidas sin luchar, nuestros antepasados lucharon incansablemente contra los espíritus malignos para que pudiéramos heredar estas tierras, ellos no se rindieron, nosotros tenemos que tomar su ejemplo –dijo vehemente el líder de la tribu.
Los 12 concejales se miraron entre si, y empezaron a hablar, Haumaka seguía pensando, el consejo tenía que aprobar la petición de pelear, sino ni siquiera podrían intentar salvar su planeta. Cuando los murmullos cesaron, habló el más joven del concejo.
-Hermano Haumaka, actual líder de la tribu, no nos es fácil tomar una decisión debido a la gravedad de la situación, pero hemos decidido que no tomaremos las armas porque somos un pueblo civilizado que respeta la armonía, trataremos de negociar con el grupo del Comandante Lockheart y haremos todo lo posible para evitar la guerra, y no daremos más discusión a esta decisión, con esto podemos concluir la reunión.
Haumaka se quedó petrificado, no podía creer que el concejo fuera tan obstinado, no habría negociación, Lockheart iba a arrasar a la tribu. Poco a poco los concejales se iban yendo del lugar, hasta que quedaron tres concejales, Haumaka los miró y sonrió.
-¿Qué pasa, hermanos?
-Sabemos que podemos ser acusados por lo que vamos a decir –Dijo uno de los concejales, parecía el más viejo de los ahí presentes, tragó saliva y siguió hablando –Sabemos que la decisiones del consejo son ineludibles, pero creemos vital que nuestra tribu tome las armas, no quiero ver cómo la Unidad Imperial mata a nuestros hombres y niños, y viola a las mujeres, y es eso lo que está permitiendo el consejo, sé que una orden de ellos no puede ser evitada, pero también sé que están en lo incorrecto y necesitamos evitarlo, ¿estás conmigo Haumaka?
El líder de la tribu los miró y sonrió, quizás no estaban totalmente perdidos.
-Por supuesto que estoy con ustedes, lo primero que haremos será anunciarlo públicamente, estoy seguro que la tribu nos apoyará, hecho eso ni siquiera el consejo podrá detenernos, luego iré con un grupo de soldados a la nave, arrestaré a todos los tripulantes, luego formaremos guerrillas y defenderemos a nuestra tribu.
Cuando Haumaka llegó a la tribu fue a visitar al Comandante Lockheart, sabía que no habría cambiado de decisión, mientras él iba a las catacumbas, los concejales harían el aviso público, solo quedaba esperar que la tribu los apoyara.
Las catacumbas eran un lugar oscuro y húmedo, había un olor putrefacto, apenas se podía respirar, no se demoró mucho en encontrar la celda del Comandante.
-Vas a arrepentirte de haber hecho esto –Se escuchó una voz encolerizada desde la celda, no se podía ver nada por la oscuridad, Haumaka suspiró.
-Lo siento Comandate Lockheart, pero no puedo aceptar que irrumpas la paz de nuestro pueblo, sé que tu decisión no ha cambiado, pero debo advertirte que yo y mi pueblo pelearemos hasta morir, ese es el legado de mi padre, el de un pueblo independiente –Dijo calmadamente el líder de la tribu, el Comandante intentó gritar pero solo se escuchó un gruñido que resonó por todo el lugar.
No había nada más que hacer en ese lugar, Haumaka se retiró, cuando iba saliendo de las catacumbas empezó a escuchar los gritos de su pueblo, cuando llegó a la plaza central de la aldea, vio como la gente estaba dispuesta a dejarlo todo por pelear y derrotar a las fuerzas de la Unidad Imperial. Haumaka fue a buscar a soldados que lo acompañaran en su misión de asalto a la nave del Comandante, debía faltar menos de un día para que los refuerzos enemigos llegaran, tenían que hacer todo lo posible para que su ataque fuera desordenado.
 Llegar dónde estaba la nave enemiga no fue difícil ya que tuvieron que buscarla por toda la Isla, cuando llegaron, Haumaka pidió que le abrieran la puerta y así fue.
-¿Qué pasó? –preguntó un tripulante de la nave, sin entender por qué habían dos nativos armados abordo.
-Todos ustedes quedan arrestados, por tratar de violar la institucionalidad de nuestro planeta –Respondió Huamaka
El tripulante quedó desconcertado, trató de objetar pero no pudo porque le habían amarrados las manos, lo mismo pasó con los demás tripulantes de la nave. Poco tiempo después estaban todos en la mismas catacumbas que el Comandante. Al salir de ahí, Haumaka y los soldados se encontraron con gran parte del consejo.
-Oh, gran Haumaka, hermano líder la tribu, ¿por qué haz hecho esto? –Dijo con tristeza el más viejo del consejo.
Haumaka se quedó en silencio, los miró, más que enojo, veía en ellos gran decepción. Tenía que ser precavido, no sabía cuál iba ser su accionar.
-Ya no eres digno de llamarte Haumaka, no eres un profeta, ni un líder y menos un sabio, eres Uoke, la representación de la devastación –Gritó con enojó el mismo que había hablado antes.
-Entonces, que así sea, seré Uoke, no me importa un titulo, yo amo a la gente de mi tribu y por eso mismo, tomaré las armas, le daré a la gente la opción de refundar este lugar, y a ustedes, la de irse y no estorbar –Dijo tranquilo el ex Haumaka.
Uoke, al ver que los miembros del consejo no se iban, hizo una seña a su mano a los soldados que estaban ahí para que se los llevaran a algún lugar y los encerraran durante el tiempo de la guerra.
-No son prisioneros, recuerden eso, solo van a estar encerrados para que no intervengan, cualquier cosa que necesiten pídanselas a los guardias, tienen mis ordenes de darles todo lo que necesiten –Dijo Uoke, los miembros del consejo lo miraron con decepción, “no podía ser que haya violado la normalidad del planeta” pensaron.
Los días pasaron, los hombres de la tribu se alistaban para lo que vendría, todos estaban calmado, habían estructurado la aldea para que quedara resguardada en todos los lugares, solo iban a defender, no tenían fuerzas para elaborar un ataque. Uoke había estado todos los días meditando en templo. Hasta que en la mañana de un día, Uoke vio 3 gigantescas naves acercarse a la isla, había llegado el día. Expeditamente tocó la alarma que avisaba a la aldea que los enemigos habían llegado. Empezaba a sentir el ruido de las naves, opacaban todo lo demás, lo mejor sería quedarse en el templo, tenía confianza en que la gente de la tribu pudiera sobrevivir, pero si el templo caía, mejor no pensar que podía pasar.
En la aldea, empezaba la acción, los soldado de la Unidad Imperial empezaban a llegar al lugar, pero la gente de la tribu se aprovechó que conocía muy bien el lugar para hacer emboscadas, aunque la mayoría ocupaba rocas, palos y armas artesanales, estaban logrado el objetivo de defender la aldea.
La misión de avanzada de la Unidad Imperial era llevada a cabo por el General Oliver Wickerfel, era su primera misión grande, y desde el cielo veía que sus soldados estaban fracasando, había subestimado a los aborígenes, al igual que lo había hecho el Comandante Lockheart. En la nave que se encontraba vio el templo, ahí vio a Uoke, intuyó, debido a la manera que estaba vestido, que debía ser el jefe, sin él, toda la estructura de los nativos caía, en otras palabras, sin él, la guerra estaba ganada.
-Llévenme a ese lugar, y denme mi espada. Todo terminará pronto –Dijo Oliver riéndose.
Uoke vio como la nave se acercaba, sacó su arma del templo, una gran lanza, el ruido iba incrementando hasta que era insoportable, la nave estaba arriba del templo y aterrizó rápidamente, de ésta salió el General Oliver y la nave se fue a los cielos nuevamente.  
El General analizó el lugar, trató de ver si había alguna desventaja pero no logró visualizar ninguna. Uoke se puso en posición de ataque, Oliver hizo lo mismo, respiro hondo.
-Debo informarte que todavía no es tarde para que te arrepientas y nos des lo que queremos –Dijo Oliver.
-Por favor, evita ese tipo de comentarios, hoy morirás y por fin dejarán a nuestro pueblo en paz.
El General se rió, corrió hacia su rival, cuando las armas chocaron resonó un sonido metálico, ambos peleaban arduamente pero ninguno se hacía daño. Uoke logró esquivar el golpe del General y embistió un contraataque que le llegó a las costillas, el hombre de la Unidad Imperial se cayó y soltó un grito desgarrador, pero logró levantarse y golpear con su puño la cara de Uoke, éste se cayó y quedó atontado por el golpe, el General aprovechó la oportunidad para tomar nuevamente su espada, se tocó la herida que le había dejado en las costillas, estaba sangrando mucho, soltó un leve suspiro.
-No podrás ganar –Jadeó Oliver, apenas podía hablar, estaba muy adolorido.
Uoke se paró, su lanza estaba muy lejos y si la trataba de ir a buscar, Oliver podría aprovechar y matarlo. El General corrió hacía su rival, trató de gritar pero su voz se escuchaba cortada, Uoke se quedó quieto viendo como su rival corría hacia él, tenía que estar calmado, su única opción era esquivar el golpe y desarmarlo en un contraataque, respiró hondo. Oliver hizo su primera estocada que fue evadida por Uoke, éste sonrió, pero el General expeditamente hizo una segunda estocada y le logró enterrar la espada en el estómago a su rival, éste trató de gritar, pero ningún sonido salió de su boca, vio como su sangre recorría su vientre, cayó rendido al suelo, el General se empezó a reír, pero no podía hacerlo debido a que también estaba muy cansado.
-Te advertí que no ibas a poder ganar –Dijo el General, aunque apenas se pudo reconocer lo que había dicho.
Uoke estaba muy adolorido, pero no podía aceptar su derrota, su alma no iba tolerar ver a su pueblo siendo destruido, usó todas sus fuerzas y se levantó, la espada seguía incrustada en su estómago, caminó lentamente dónde estaba la lanza y la tomó, su contrincante estaba atónito, nunca antes había visto algo semejante a lo que veía ahora, Uoke se puso en posición de ataque.
-No tienes las facultades para ganarme, nunca debieron haber buscado conflicto, ahora tú pagarás las consecuencias. –Dijo Uoke enojado.
El general Oliver vio como su rival se acercaba a gran velocidad hacia él, cuando estaba apunto de recibir el golpe trató de pararlo con sus manos, al tocar la lanza, éste soltó un grito mudo, debido a que gran parte de la lanza estaba hecha de un metal áspero que cortaba todo lo que tocaba. Oliver trató de contener la lanza, pero no pudo con el dolor y la soltó, sintió lentamente como esta le atravesaba el pecho, en pocos segundos cayó al suelo, lo único que hacía era susurrar: “Cómo pude haber perdido” mientras su alma se iba yendo.
Uoke empezó a caminar hacia la aldea, si no llegaba pronto moriría desangrado, la herida le dolía mucho, y sentía que la caminata era eterna, cada paso que daba sentía que más le quedaba. Estuvo caminando durante un poco menos de una hora y llegó a la aldea, seguían defendiendo, fue llevado al médico y puesto en reposo.
La situación era bastante favorable, los soldados de la Unidad Imperial no conocían el bosque y no podían reaccionar rápidamente contra las emboscadas, la defensa de los aldeanos había sido fructífera. Los soldados empezaron a retirarse paulatinamente, no había nada más que pudieran hacer, la misión había fracasado.
Uoke ordenó liberar a la gente del consejo y entregar al Comandante y sus soldados a la Unidad Imperial. Sintió como una nueva brisa venía, nadie podría derrotar a su pueblo, cerró los ojos, tenía que reposar. La gente de la aldea salió a celebrar la victoria. Era un nuevo despertar.

FIN