La nave imperial había pasado la estratosfera, pronto
aterrizaría en un planeta llamado Nao, la superficie del planeta era mayormente
agua, eran grandes océanos cristalinos, solamente habían 3 grandes porciones de
tierras, cada una tenía el nombre de un legendario héroe del planeta –Bilbao,
Lélande y Recarra-, en esas islas era donde vivían todos los habitantes, aunque
se decía que antiguamente habían hombres que vivían en las profundidades del
océano, en un continente hundido.
La nave imperial iba en una misión de negociación, no
sería demasiado complicado ni tardaría mucho. Era peligroso que semejante
planeta –Muy rico en minerales – no tuviera una base militar de la Unidad
Imperial, aunque la Unidad era una unión de muchos planetas, de los cuales
muchos eran considerados potencias -y por ende, tenían mucho poder-, no se
podían arriesgar a que un grupo rebelde lograra obtener el control de Nao, para
la Unidad Imperial significaría una tremenda pérdida económica.
-Comandante Lockheart, estamos próximos al aterrizaje,
¿quiere que me comunique con Haumaka? –Dijo un piloto de la nave sin dejar de
mirar la pantalla de su ordenador.
-Si, dile que se prepare en las costas de su Isla, le
propondremos un trato que de seguro no
va a rechazar, estoy seguro que tiene la sangre de su padre –Rió el comandante,
a lo que el piloto introdujo unos códigos a una maquina que tenía al lado.
El comandante era un hombre recio, debía medir más de
un metro ochenta, era muy musculoso. Lo único de pelo que tenía era un bigote
frondoso de color amarrillo, sus ojos azules reflejaban sus años de experiencia
en el campo de batalla.
La nave empezó a descender en un claro adentrado de
la Isla Lélande –Era la Isla más importante de las tres, dónde se encontraba la
mayoría de la población-, el sonido de los propulsores era el único ruido que
se podía escuchar en el lugar, opacando el sonido de los animales y el viento.
La naturaleza de la Isla parecía perturbarse. Cuando la nave finalmente fue
apagada, el Comandante y unos cuantos soldados empezaron a bajar, llevaban sus
trajes de la armada imperial, la nave con la letra U y I -El logo de la Unidad
Imperial - relucía en los pechos izquierdo de todos los soldados. Sus pasos
ecuánime hacían que la tierra retumbara, su coordinación era perfecta. El
bosque tenía montones de tonalidades de verde, era un lugar bastante
pintoresco. No se demoraron mucho en llegar a la costa de la Isla. Los soldados
se detuvieron frente a un hombre vestido con una falda de plumas blancas, con
una corona adornada en la parte frontal con plumas doradas, tanto la falda como
la corona tenían adornos de conchas y perlas en los bordes, el hombre también
llevaba un collar de conchas de mar. El torso del hombre estaba al descubierto,
se podían ver sus músculos, estaba muy ejercitado, su piel morena estaba gran
parte rayada con simbología local, atrás del hombre habían dos personas
vestidas igual que él, solamente que no tenían corona.
-Haumaka, amigo, siempre es un agrado verte, haz
crecido mucho desde la última vez que te vi –Dijo el comandante sonriendo,
caminó hacia él y le dio la mano, éste sonrió de vuelta y respondió el saludo.
-Es un gusto para nosotros recibirlos, especialmente
a usted Comandante Lockheart, pero le tengo que contar una pequeña tragedia que
ocurrió hace unos días atrás… –Dijo Haumaka, pero el Comandante no lo dejó
terminar.
-Si lo sé, tu honorable padre ha muerto, mis más
profunda condolencias por eso, tu padre fue un gran amigo y fiel compañero en
los campos de batalla, fue para toda la Unidad Imperial una gran pérdida, pero
me alegro mucho de que su legado pueda vivir en ti.
Haumaka sonrió, y lo guió a su aldea, no sé demoraron
más de veinte minutos, ahí los soldados comieron y tomaron una siesta. Haumaka
y el Comandante fueron a hablar en una cabaña, tenían un asunto importante que
tratar. El salón en que ambos se encontraban era muy espacioso, estaba lleno de
muebles, muchos tenían libros y otros tipos de documentos, y los otros muebles
simplemente estaban vacíos. Tampoco tenía una gran cantidad de sillones y
sillas, pero gran parte del lugar estaba vacío. El Comandante estaba parado
frente al escritorio de Haumaka, éste estaba sentado mirando unos papeles
despreocupadamente.
-Hau, yo creo que tú sabes toda la parafernalia que
han provocado los rebeldes –Dijo serio el Comandante.
-Primero, puedes tomar asiento, y si Comandante…-dijo
Haumaka, pero el Comandante lo interrumpió.
-Por favor Hau, fui amigo de tu padre, no es
necesario cumplir protocolos, llámame Lockheart –Dijo el Comandante mientras
tomaba asiento, Haumaka asistió, y siguió hablando.
-Conozco muy bien lo que han hechos y predicado los
“Libetarios”, y como es mi deber, le debo decir que sus ideas no son ajenas a
mucha gente de la tribu, aunque si son bastante débiles, por ahora.
-Bien, vengo a hablarte justamente de eso, nosotros
sabemos que las ideas de ese grupo rebelde no son ajenas a algunos de su tribu,
y por eso mismo queríamos instalar una base militar acá en la Isla, para
detener algún posible levantamiento rebelde, aparte podríamos darles más
beneficios, cómo enseñarles nuestra tecnología.
-Lockheart, me temo que tengo que decirle algo –Dijo
lentamente Haumaka, el Comandante lo miró con curiosidad –El consejo sabía que
la Unidad Imperial iba a poner sus ojos en este lugar por el tema, y nos
adelantamos a decidir ciertas cosas. Por decisión unánime de todo el consejo,
le digo que no queremos que establezcan una base militar, queremos seguir
conservando nuestra preciada independencia, personalmente creo que nuestra
unión, es decir, el legado que ha dejado
mi padre ha servido para que no existan levantamientos rebelde, quizás este sea
el momento de mejorar ese legado y crear mejoras en nuestra alianza para que se
aseguren y no exista ningún problema, ¿no le parece mejor?. Por cierto,
lamentablemente no nos interesa su tecnología, nos gusta nuestra cultura y la
queremos conservar.
El Comandante lo miró pensativo, empezó a respirar
hondo, no parecía estar muy alegre con la respuesta del local, y éste tenía una
expresión calmada, el Comandante tenía que pensar todas sus palabras, estaba en
una situación complicada.
-No, no me parece para nada, yo sé que tu padre
hubiera querido hacer una alianza militar, nunca lo hizo mientras estaba vivo
porque habían muchas cosas de las cuales tenía que avanzar, pero hoy establecer
esta relación militar es importante, tanto para ustedes como para nosotros
–Dijo con gran vehemencia el Comandante, tomó un respiro de unos segundos y
luego prosiguió –Imagínense que viene otro planeta para conquistar éste, los
podríamos ayudar. Que exista una base militar en su planeta no significa que
van a perder su independencia.
Haumaka se levantó de su puesto y miró calmadamente a
su invitado.
-Escúchame, la decisión ya ha sido tomada, no nos podrán convencer, lo
que podemos hacer ahora es discutir como mejorar nuestra alianza para prevenir
los levantamientos rebeldes.
-Mira Hau, danos un día más para hablar con órganos
más importante del Imperio, y te daré una respuesta.
La reunión había terminado, las cosas no estaban
fáciles para el Comandante, había menospreciado a la tribu de Haumaka, no iba
ser una misión tan fácil, si las negociaciones no servían tendría que tomar las
armas.
Se fueron de la aldea temprano, caminar de noche en
las profundidades de la Isla no era muy recomendado ya que todos los senderos
eran muy parecidos y perderse era muy fácil. Cuando llegaron a la nave, el
Comandante se encerró en su pieza y se contactó con el imperio, no se tardaron
en contestarle, la imagen de un hombre joven
apareció en la pantalla de un computador, una capucha ocultaba su
rostro.
-Lo saludo gratamente, Comandante Lockheart, espero
buenas noticias –Dijo el joven.
-Lamentablemente Emperador, no hay buenas noticias,
todavía, el jefe de la tribu nos dijo en nombre de su concejo que no quiere
establecer una alianza militar.
-Ya veo –dijo el Emperador, se quedó unos segundos
pensativos y luego siguió hablando – ¿Cuantos soldados necesitas?
-Tres naves de carga y sería suficiente, no creo que
el armamento de estos indígenas sea muy tecnológico –Dijo el Comandante
-Está bien, mandaré ahora mismo los refuerzos,
recuerda que debes ponerte siempre en su lado, la traición es la mejor
herramienta –Rió el Emperador.
El Comandante apagó la transmisión, los próximos días
serían largos.
En la mañana un hombre de la tribu estaba afuera de
la nave, estaba esperando al Comandante, cuando pudo hablar con él, le dijo que
fuera urgente a la aldea. El Comandante quedó un poco confundido, pero iría
igual, quizás podrían haber cambiado de opinión…no, esa era una idea muy
ingenua.
Llegó a la misma cabaña que el día anterior, Haumaka
estaba sentado en la silla del escritorio y tenía una cara seria, mucho más
seria que la del día anterior, el Comandante mantuvo una compostura casi más
seria que su anfitrión.
-Lockheart, te quiero preguntar algo, ¿qué pasará si
no accedemos a su propuesta? –Dijo Haumaka mirando fijamente al Comandante.
-Bueno, tendría que hablar con el Emperador, porque
la verdad es que no sé que sucedería.
Hubo un silencio que duró unos minutos, el Comandante
estaba tenso, no sabía que le esperaba.
-Bueno Comandante Lockheart, yo creo que usted si lo
sabe, es más, lo habló con su “Emperador” ayer en la noche –Dijo enfadado
Haumaka –Si no aceptamos el trato, van a convertir este lugar sagrado en un
infierno viviente, no me parece justo.
-Cómo sabes eso, ¡Cómo! –Exclamó el Comandante – ¿Quiénes
son ustedes?, no deberían ser tan avanzados tecnológicamente para poder
detectar las transmisiones
-Eso pasa cuando subestiman a nuestra tribu –Rió en
voz baja Huamaka.
Una gota de sudor caía de la frente del Comandante,
Huamaka se paró abruptamente.
-Tienes medio día para cambiar tu decisión.
Ambos se contemplaron, no pasó más de un minuto y
aparecieron dos hombres de la tribu que se llevaron detenido al Comandante.
No quedaba mucho tiempo, pronto llegarían los
refuerzos de la Unidad Imperial, Huamaka tenía que elaborar un plan. El consejo
había sido invocado a una reunión de carácter urgente, nadie se tardó en
llegar, el lugar de reunión era en un antiguo templo que estaba en la cumbre de
un cerro, éste estaba ubicado cerca de la aldea.
El templo era una construcción hecha de grandes rocas, eran
en total 12 piedras, cada una con una circunscripción en la lengua local.
Habían seis piedras que su ubicación formaba un círculo grande, y las restante
se ubicaban formando un círculo chico dentro del primero.
-Hermanos míos – Huamaka habló con gran volumen,
luego calló y miró a cada uno de los miembros del consejo –Pronto se avecina
una guerra de la cual no podemos escapar…
-Hermano, daremos nuestras tierras antes de pelear,
somos y siempre seremos un pueblo de paz –Interrumpió el miembro más viejo del
concejo, Haumaka lo contempló durante unos segundos, pensó en lo crítica que
era la situación.
-No podemos entregar nuestras vidas sin luchar,
nuestros antepasados lucharon incansablemente contra los espíritus malignos
para que pudiéramos heredar estas tierras, ellos no se rindieron, nosotros
tenemos que tomar su ejemplo –dijo vehemente el líder de la tribu.
Los 12 concejales se miraron entre si, y empezaron a
hablar, Haumaka seguía pensando, el consejo tenía que aprobar la petición de
pelear, sino ni siquiera podrían intentar salvar su planeta. Cuando los
murmullos cesaron, habló el más joven del concejo.
-Hermano Haumaka, actual líder de la tribu, no nos es
fácil tomar una decisión debido a la gravedad de la situación, pero hemos
decidido que no tomaremos las armas porque somos un pueblo civilizado que
respeta la armonía, trataremos de negociar con el grupo del Comandante
Lockheart y haremos todo lo posible para evitar la guerra, y no daremos más
discusión a esta decisión, con esto podemos concluir la reunión.
Haumaka se quedó petrificado, no podía creer que el
concejo fuera tan obstinado, no habría negociación, Lockheart iba a arrasar a
la tribu. Poco a poco los concejales se iban yendo del lugar, hasta que quedaron
tres concejales, Haumaka los miró y sonrió.
-¿Qué pasa, hermanos?
-Sabemos que podemos ser acusados por lo que vamos a
decir –Dijo uno de los concejales, parecía el más viejo de los ahí presentes,
tragó saliva y siguió hablando –Sabemos que la decisiones del consejo son
ineludibles, pero creemos vital que nuestra tribu tome las armas, no quiero ver
cómo la Unidad Imperial mata a nuestros hombres y niños, y viola a las mujeres,
y es eso lo que está permitiendo el consejo, sé que una orden de ellos no puede
ser evitada, pero también sé que están en lo incorrecto y necesitamos evitarlo,
¿estás conmigo Haumaka?
El líder de la tribu los miró y sonrió, quizás no
estaban totalmente perdidos.
-Por supuesto que estoy con ustedes, lo primero que
haremos será anunciarlo públicamente, estoy seguro que la tribu nos apoyará,
hecho eso ni siquiera el consejo podrá detenernos, luego iré con un grupo de
soldados a la nave, arrestaré a todos los tripulantes, luego formaremos
guerrillas y defenderemos a nuestra tribu.
Cuando Haumaka llegó a la tribu fue a visitar al
Comandante Lockheart, sabía que no habría cambiado de decisión, mientras él iba
a las catacumbas, los concejales harían el aviso público, solo quedaba esperar
que la tribu los apoyara.
Las catacumbas eran un lugar oscuro y húmedo, había
un olor putrefacto, apenas se podía respirar, no se demoró mucho en encontrar
la celda del Comandante.
-Vas a arrepentirte de haber hecho esto –Se escuchó
una voz encolerizada desde la celda, no se podía ver nada por la oscuridad, Haumaka
suspiró.
-Lo siento Comandate Lockheart, pero no puedo aceptar
que irrumpas la paz de nuestro pueblo, sé que tu decisión no ha cambiado, pero
debo advertirte que yo y mi pueblo pelearemos hasta morir, ese es el legado de
mi padre, el de un pueblo independiente –Dijo calmadamente el líder de la
tribu, el Comandante intentó gritar pero solo se escuchó un gruñido que resonó
por todo el lugar.
No había nada más que hacer en ese lugar, Haumaka se
retiró, cuando iba saliendo de las catacumbas empezó a escuchar los gritos de
su pueblo, cuando llegó a la plaza central de la aldea, vio como la gente
estaba dispuesta a dejarlo todo por pelear y derrotar a las fuerzas de la
Unidad Imperial. Haumaka fue a buscar a soldados que lo acompañaran en su
misión de asalto a la nave del Comandante, debía faltar menos de un día para
que los refuerzos enemigos llegaran, tenían que hacer todo lo posible para que
su ataque fuera desordenado.
Llegar dónde
estaba la nave enemiga no fue difícil ya que tuvieron que buscarla por toda la
Isla, cuando llegaron, Haumaka pidió que le abrieran la puerta y así fue.
-¿Qué pasó? –preguntó un tripulante de la nave, sin
entender por qué habían dos nativos armados abordo.
-Todos ustedes quedan arrestados, por tratar de
violar la institucionalidad de nuestro planeta –Respondió Huamaka
El tripulante quedó desconcertado, trató de objetar
pero no pudo porque le habían amarrados las manos, lo mismo pasó con los demás
tripulantes de la nave. Poco tiempo después estaban todos en la mismas
catacumbas que el Comandante. Al salir de ahí, Haumaka y los soldados se
encontraron con gran parte del consejo.
-Oh, gran Haumaka, hermano líder la tribu, ¿por qué
haz hecho esto? –Dijo con tristeza el más viejo del consejo.
Haumaka se quedó en silencio, los miró, más que
enojo, veía en ellos gran decepción. Tenía que ser precavido, no sabía cuál iba
ser su accionar.
-Ya no eres digno de llamarte Haumaka, no eres un
profeta, ni un líder y menos un sabio, eres Uoke, la representación de la
devastación –Gritó con enojó el mismo que había hablado antes.
-Entonces, que así sea, seré Uoke, no me importa un
titulo, yo amo a la gente de mi tribu y por eso mismo, tomaré las armas, le
daré a la gente la opción de refundar este lugar, y a ustedes, la de irse y no
estorbar –Dijo tranquilo el ex Haumaka.
Uoke, al ver que los miembros del consejo no se iban,
hizo una seña a su mano a los soldados que estaban ahí para que se los llevaran
a algún lugar y los encerraran durante el tiempo de la guerra.
-No son prisioneros, recuerden eso, solo van a estar
encerrados para que no intervengan, cualquier cosa que necesiten pídanselas a
los guardias, tienen mis ordenes de darles todo lo que necesiten –Dijo Uoke,
los miembros del consejo lo miraron con decepción, “no podía ser que haya violado
la normalidad del planeta” pensaron.
Los días pasaron, los hombres de la tribu se
alistaban para lo que vendría, todos estaban calmado, habían estructurado la
aldea para que quedara resguardada en todos los lugares, solo iban a defender,
no tenían fuerzas para elaborar un ataque. Uoke había estado todos los días
meditando en templo. Hasta que en la mañana de un día, Uoke vio 3 gigantescas
naves acercarse a la isla, había llegado el día. Expeditamente tocó la alarma
que avisaba a la aldea que los enemigos habían llegado. Empezaba a sentir el
ruido de las naves, opacaban todo lo demás, lo mejor sería quedarse en el
templo, tenía confianza en que la gente de la tribu pudiera sobrevivir, pero si
el templo caía, mejor no pensar que podía pasar.
En la aldea, empezaba la acción, los soldado de la
Unidad Imperial empezaban a llegar al lugar, pero la gente de la tribu se
aprovechó que conocía muy bien el lugar para hacer emboscadas, aunque la
mayoría ocupaba rocas, palos y armas artesanales, estaban logrado el objetivo
de defender la aldea.
La misión de avanzada de la Unidad Imperial era
llevada a cabo por el General Oliver Wickerfel, era su primera misión grande, y
desde el cielo veía que sus soldados estaban fracasando, había subestimado a
los aborígenes, al igual que lo había hecho el Comandante Lockheart. En la nave
que se encontraba vio el templo, ahí vio a Uoke, intuyó, debido a la manera que
estaba vestido, que debía ser el jefe, sin él, toda la estructura de los
nativos caía, en otras palabras, sin él, la guerra estaba ganada.
-Llévenme a ese lugar, y denme mi espada. Todo
terminará pronto –Dijo Oliver riéndose.
Uoke vio como la nave se acercaba, sacó su arma del
templo, una gran lanza, el ruido iba incrementando hasta que era insoportable,
la nave estaba arriba del templo y aterrizó rápidamente, de ésta salió el
General Oliver y la nave se fue a los cielos nuevamente.
El General analizó el lugar, trató de ver si había
alguna desventaja pero no logró visualizar ninguna. Uoke se puso en posición de
ataque, Oliver hizo lo mismo, respiro hondo.
-Debo informarte que todavía no es tarde para que te
arrepientas y nos des lo que queremos –Dijo Oliver.
-Por favor, evita ese tipo de comentarios, hoy
morirás y por fin dejarán a nuestro pueblo en paz.
El General se rió, corrió hacia su rival, cuando las
armas chocaron resonó un sonido metálico, ambos peleaban arduamente pero
ninguno se hacía daño. Uoke logró esquivar el golpe del General y embistió un
contraataque que le llegó a las costillas, el hombre de la Unidad Imperial se
cayó y soltó un grito desgarrador, pero logró levantarse y golpear con su puño
la cara de Uoke, éste se cayó y quedó atontado por el golpe, el General
aprovechó la oportunidad para tomar nuevamente su espada, se tocó la herida que
le había dejado en las costillas, estaba sangrando mucho, soltó un leve
suspiro.
-No podrás ganar –Jadeó Oliver, apenas podía hablar,
estaba muy adolorido.
Uoke se paró, su lanza estaba muy lejos y si la
trataba de ir a buscar, Oliver podría aprovechar y matarlo. El General corrió
hacía su rival, trató de gritar pero su voz se escuchaba cortada, Uoke se quedó
quieto viendo como su rival corría hacia él, tenía que estar calmado, su única
opción era esquivar el golpe y desarmarlo en un contraataque, respiró hondo.
Oliver hizo su primera estocada que fue evadida por Uoke, éste sonrió, pero el
General expeditamente hizo una segunda estocada y le logró enterrar la espada
en el estómago a su rival, éste trató de gritar, pero ningún sonido salió de su
boca, vio como su sangre recorría su vientre, cayó rendido al suelo, el General
se empezó a reír, pero no podía hacerlo debido a que también estaba muy
cansado.
-Te advertí que no ibas a poder ganar –Dijo el
General, aunque apenas se pudo reconocer lo que había dicho.
Uoke estaba muy adolorido, pero no podía aceptar su
derrota, su alma no iba tolerar ver a su pueblo siendo destruido, usó todas sus
fuerzas y se levantó, la espada seguía incrustada en su estómago, caminó
lentamente dónde estaba la lanza y la tomó, su contrincante estaba atónito,
nunca antes había visto algo semejante a lo que veía ahora, Uoke se puso en
posición de ataque.
-No tienes las facultades para ganarme, nunca
debieron haber buscado conflicto, ahora tú pagarás las consecuencias. –Dijo
Uoke enojado.
El general Oliver vio como su rival se acercaba a
gran velocidad hacia él, cuando estaba apunto de recibir el golpe trató de
pararlo con sus manos, al tocar la lanza, éste soltó un grito mudo, debido a
que gran parte de la lanza estaba hecha de un metal áspero que cortaba todo lo
que tocaba. Oliver trató de contener la lanza, pero no pudo con el dolor y la
soltó, sintió lentamente como esta le atravesaba el pecho, en pocos segundos
cayó al suelo, lo único que hacía era susurrar: “Cómo pude haber perdido”
mientras su alma se iba yendo.
Uoke empezó a caminar hacia la aldea, si no llegaba
pronto moriría desangrado, la herida le dolía mucho, y sentía que la caminata
era eterna, cada paso que daba sentía que más le quedaba. Estuvo caminando
durante un poco menos de una hora y llegó a la aldea, seguían defendiendo, fue
llevado al médico y puesto en reposo.
La situación era bastante favorable, los soldados de
la Unidad Imperial no conocían el bosque y no podían reaccionar rápidamente
contra las emboscadas, la defensa de los aldeanos había sido fructífera. Los
soldados empezaron a retirarse paulatinamente, no había nada más que pudieran
hacer, la misión había fracasado.
Uoke ordenó liberar a la gente del consejo y entregar
al Comandante y sus soldados a la Unidad Imperial. Sintió como una nueva brisa
venía, nadie podría derrotar a su pueblo, cerró los ojos, tenía que reposar. La
gente de la aldea salió a celebrar la victoria. Era un nuevo despertar.
FIN
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